Wolfgang Amadeus Mozart / Cosí fan tutte y sus dúos para flauta


Hijo del compositor Leopold Mozart (1719-1787), la dura formación que recibió el pequeño Wolfgang Amadeus, junto a sus indudables dotes, supone referirnos al genio por antonomasia de la historia de la música.

Un niño prodigio

Nacido en 1756, a los tres años ya interpretaba melodías al clave, a los cuatro tocaba con facilidad el clave y el violín y a los cinco era capaz de componer piezas breves para teclado. Su padre, Leopold, convirtió a Mozart en uno de los -espectáculos- preferidos de las cortes del momento.
Un sinfín de conciertos llevados a cabo en casas aristocráticas repercutió en el hecho de que a los doce años Mozart hubiera visitado ya una docena de países, además de haber escrito tres óperas (Apollo et Hyacinthus, La finta semplice y Bastien und Bastienne). Visitó Munich y Viena, donde actuó, en 1762, delante de María Teresa de Austria. Un año después, tras haber logrado un permiso del protector de la familia, el arzobispo de Salzburgo, Sigismund von Schrattenbach, la familia Mozart emprendió un viaje durante el cual el pequeño genio actuó en ciudades del sur de Alemania, y en otras como París, Londres, Gante, Amberes, La Haya, Amsterdam y Bruselas.
Durante estos viajes tuvo la oportunidad de familiarizarse con los secretos de la célebre orquesta de Mannheim, el estilo francés en París y el estilo galante de Johann Christian Bach en Londres. Tras una breve estancia en Salzburgo, en 1770 se desplazó junto a su padre a Milán, donde conoció a los influyentes músicos Giovanni Battista Sammartini (1700-1775) y al padre Giovanni Battista Martini ( 1706-1784). En Roma fue recibido con admiración al reproducir en partitura el Miserere, de Allegri, tras una sola audición, acaecida en la Capilla Sixtina.
Tras estrenarse en Milán su ópera Mitrídate rê di Ponto (1770) Mozart retornó a Salzburgo, ciudad cuyo nuevo arzobispo, Hieronymus Colloredo, se mostraba poco dispuesto a dejar viajar a sus servidores. Pese a ello, Mozart pudo desplazarse a Italia para dar a conocer otra ópera, Lucio Silla (1772).

Vistas de Salzburgo / fuente de la imagen Pixabay
Vistas de Salzburgo / fuente de la imagen Pixabay


 Junto a la música religiosa que escribía para Colloredo, Mozart compuso cuartetos para cuerda, serenatas y sinfonías, obras todas ellas impregnadas de una sugestiva apariencia clásica. De esta época sobresalen sus cinco conciertos para violín y orquesta (1775), numerosas sonatas para piano y óperas como “Il rê pastore” y “La finta giardinera», ambas estrenadas en 1775. 


Amadeus Mozart es uno de los grandes mitos de la historia del arte de los sonidos. Ñino prodigio, su música evolucionó desde un primer estilo en la línea de la tradición del barroco tardío y galante hasta llegar a encamar la plenitud del clasicismo e incluso, en sus últimas composiciones, anunciar ya la expresividad romántica. Todo ello en el curso de una vida que, lamentablemente, se vio truncada a edad temprana, a los treinta y cinco años, cuando aún le quedaba mucho que decir.

El sendero hacia la madurez.

En 1777, Mozart visitó París junto a su madre. A pesar de que su padre deseaba que el joven compositor permaneciera en la capital francesa, después del fallecimiento de su madre en 1778, Mozart retornó a Salzburgo. Bajo la influencia de la reforma de Gluck, escribió la ópera seria “Idomeneo, rê di Creta», a raíz de cuyo exitoso estreno —que tuvo lugar en Munich en 1781—recibió infinidad de invitaciones y de encargos.
Ante la negativa de Colloredo a dejarle marchar de nuevo, Mozart tomó la decisión, arriesgada en su época, de romper definitivamente con el arzobispado e intentar ganarse la vida como músico libre, sin estar sometido a ningún patrón. Instalado en Viena, en 1782, año en que se casaría con Constanze Weber, recibió el encargo del emperador José II de componer un singspiel: “El rapto del serrallo”.
 

Fuente bibliográfica:
 - Navarro, Joaquín et.al: "EL MUNDO DE LA MÚSICA", 1998, Barcelona.Grupo editorial Oceano,

La plenitud artística

En Viena, Mozart conoció al poeta Lorenzo da Ponte, quien se convertiría en el libretista de títulos tan significativos como “Las bodas de Fígaro” (1786), “Don Giovanni” (1787) y “Cosifan tutte” (1790), tres óperas que marcan el devenir de la historia del género. Tras la muerte de Gluck, Mozart, que acumulaba ya por entonces numerosas deudas económicas con sus acreedores, pasó a ocupar el puesto de Kammermusicus, pero la fuerte reducción del salario asignado para dicho cargo no le permitió solventar su mermada situación económica. Nacerían en estos últimos años del decenio de 1780 algunas de las obras maestras más significativas de su producción: los últimos conciertos para piano y las tres últimas sinfonías, con la núm. 40 (1788), una de las más célebres de todo el repertorio, y la núm. 41 (1788), denominada «Júpiter», que, merced a su instrumentación, se adelanta en mucho a su tiempo.
En el último año de su vida, Mozart compuso dos nuevos títulos líricos, la ópera seria “La clemenza di Tito”, escrita para la coronación de Leopoldo II en Praga, ciudad que siempre mostró una particular preferencia por la música del maestro de Salzburgo, quien estrenó en ella su “Don Giovanni” y a la cual dedicó una sinfonía, la núm. 38, y el singspiel “La flauta mágica”. 


Wolfgang Amadeus Mozart falleció antes de acabar la composición de su célebre Réquiem —concluido por su discípulo Süssmayer—. Casi en el anonimato, su cuerpo sin vida fue arrojado a una fosa común de Viena.

Cosí fan tute

Ópera bufa en dos actos, con libreto de L. da Ponte y música de W. A. Mozart, estrenada el 26 de enero de 1790 en Viena.
Personajes: Ferrando (tenor); Guglielmo (baritono); don Alfonso, viejo escéptico (b); Fiordiligi. prometida de Guglielmo (soprano); Dorabella, su hermana, prometida de Ferrando (mezzo); Despina, criada (soprano).
Acción: Nápoles, en el siglo XVIII.
Argumento: Instigados por el viejo don Alfonso, quien considera que eso de la fidelidad femenina es un cuento, dos jóvenes enamorados ponen a prueba la constancia de sus amadas: disfrazados, cada uno ha de conquistar a la prometida del otro.
Las muchachas no resisten la tentación y antes de que expire el plazo, caen en los brazos de sus nuevos galanteadores.
Dado que «cosi fan tutte» (o lo que es lo mismo, -así hacen todas-), las parejas acaban reconciliándose.
La obra: La melodía es la indiscutible protagonista de esta maravillosa partitura de frívola apariencia. Aunque es difícil destacar un solo fragmento, quizás sea el melancólico terceto “Soave sia il vento” (“Suave sea el viento”) el más representativo de su auténtico carácter desencantado. 



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