Interpretar de memoria: el arte de estudiar con cabeza y alma

Partimos siempre del concepto de las múltiples memorias o capacidades memorísticas que toda persona posee. Tocar sin partitura no es un acto de magia ni de suerte: es el resultado de un trabajo bien estructurado, metódico y consciente, que entrelaza varios tipos de memoria en una especie de arquitectura mental, física y emocional. Vamos a desgranar estos pilares.



1. La memoria intelectual o de comprensión

La más importante. Para mí, es el tipo de memoria que realmente sostiene las demás. Es la memoria que trabaja desde el “despacho”, sin saxofón en mano. Aquí respondemos a las grandes preguntas: ¿Qué tengo que interpretar?, ¿cómo debo hacerlo?, ¿y por qué? Este análisis previo nos ayuda a entender los engranajes internos de la obra: su forma, su estructura, sus tensiones armónicas, su contexto estético e histórico. Solo comprendiendo de verdad lo que tenemos entre manos somos capaces de interpretarlo con naturalidad y libertad. Este trabajo no se improvisa; se razona, se marca, se reflexiona.

Refuerzo teórico: Este tipo de memoria se conoce en la literatura como memoria semántica (Lehmann & Ericsson, 1997), y es fundamental para la transferencia del conocimiento a largo plazo. Autores como Sloboda (1985) han demostrado que los intérpretes expertos emplean esta comprensión estructural para prever y organizar mentalmente lo que está por venir, aumentando su fiabilidad interpretativa.


2. La memoria fotográfica o visual

Aquí hablamos de la persistencia retiniana. Cuando observas una partitura o una frase musical y luego cierras los ojos… ¿eres capaz de “verla” aún? Esa capacidad visual es lo que trabajamos en esta fase. A esto le sumamos el uso de colores: marcar dinámicas, respiraciones, bloques temáticos, frases importantes. Todo esto debe ir quedando anclado visualmente. Al estudiar, alternamos mirar y no mirar por frases completas, sintiendo el fraseo y su dirección.

Aquí utilizo la técnica del 3: repetir un pasaje hasta lograr hacerlo tres veces seguidas sin mirar. Así pasamos de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo. Ojo, es una memoria frágil. Todos alguna vez hemos creído que alguien llevaba una camiseta roja, y en la foto… era azul. Por eso hay que hilar este tipo de memoria con la comprensión intelectual.

Refuerzo teórico: Llamada también memoria espacial o visual-espacial, es crucial en músicos que aprenden visualmente. Un estudio de Williamon (1999) confirma que los pianistas profesionales tienen “mapas mentales” de las partituras, y los asocian con secciones concretas, colores o patrones visuales.


3. La memoria auditiva

El famoso soniquete. ¿Quién no se ha levantado con una melodía martilleando la cabeza? La escuchamos internamente y, si no la reforzamos, desaparece. En mi método la trabajo en dos fases. Primero, sin saxofón, con escucha diaria de versiones grabadas durante al menos una semana, mínimo dos veces al día. Segundo, una vez en estudio con el instrumento, propongo estudiar de atrás hacia delante, frase por frase y bloque por bloque.

¿Por qué hacerlo así? Porque anulamos la costumbre auditiva de hilar pasajes solo en orden cronológico. Nos obliga a volver a leer, entender y escuchar el pasaje desde cero. Además, potencia la visualización de su lugar exacto en la partitura y la comprensión formal. Por tanto, conviene estudiar desde el principio y también desde el final, eligiendo secciones según su dificultad.

Refuerzo teórico: Esta es la memoria auditiva-verbal o memoria tonal, base de la imagen sonora interna. Ginsborg (2004) y Hallam (2006) muestran cómo los músicos que “oyen internamente” una obra mientras la estudian, tienen mejor retención y mayor confianza escénica.


4. La memoria muscular o digital

La más traicionera de todas. Los dedos “van solos”, y de pronto… tropiezan. No saben cómo salir del error. Aquí insisto mucho con mis alumnos: los dedos son tontos. Es el cerebro quien les dice qué hacer: “muévete, gordito”, y se mueve el pulgar; “muévete, canijo”, y se mueve el meñique. Esta memoria no se consolida a base de repetir como un loro, sino con conciencia.

Mi receta: Solfear – Digitar – Tocar. Primero cantamos y medimos el pasaje. Después digitamos con los dedos sin instrumento (o sin sonido), y por último tocamos, repitiendo con la técnica del 3 mientras cantamos internamente. Así conseguimos que la memoria muscular se fusione con la intelectual, que es lo único que la salva de colapsar en mitad de una actuación.

Refuerzo teórico: Llamada memoria procedimental, es altamente dependiente de la repetición. Ericsson, Krampe y Tesch-Römer (1993) explican que la práctica deliberada —con atención consciente— es la única vía para convertir una acción en automática y resistente al error bajo presión.


5. Conclusión: unir memorias, no separarlas

Las memorias fotográfica, auditiva y muscular son frágiles por sí solas. Cuando un intérprete se apoya exclusivamente en una de ellas, suele equivocarse con más frecuencia. Aparecen miedos, tensiones, pensamientos bloqueantes: “me voy a equivocar”, “no me acuerdo”, “no soy capaz…”. Esto crispa el cuerpo, la respiración y enturbia el pensamiento.

Pero cuando estudias de forma consciente y combinada, todos esos miedos se disipan. Ya no hay terror escénico, sino inquietud creativa: “¿Con qué versión quiero tocar hoy?”, “¿rozaré alguna nota?”, “¿empezaré demasiado rápido?”. El miedo da paso a la emoción. La adrenalina no bloquea, impulsa. Y encima del escenario, solo queda una cosa: disfrutar.

Beneficios comprobados

Mayor resistencia frente al “bloqueo” en concierto, ya que otros sistemas apoyan al que falla.
Reducción de estrés, al usar la comprensión como ancla frente al miedo a olvidar.
Expresión auténtica, al nutrir la ejecución con emociones, forma y comprensión.




🧭 Guía de estudio paso a paso.

  1. Análisis sin instrumento (memoria intelectual/estructural/lingüística).

  2. Codificación visual: lectura visual + marcadores (colores, dinámicas) + 3 repeticiones en bucle sin mirar.

  3. Escucha activa: selección de grabaciones, repetición diaria de la obra.

  4. Ingeniería desde el final: practicar bloques desde el final hacia el inicio, tanto visual como auditivamente.

  5. Reducción musical consciente: solfear → digitar → tocar, en bucles antes señalados.

  6. Revisión emocional: integrar conciencia afectiva, claridad expresiva.

  7. Repaso integral: día a día trabajar con y sin partitura el conjunto, mezclando sentidos y memorias.


🧭 Guía de estudio diario de la memoria musical

  • Día 1–2: Trabajo de comprensión sin instrumento: análisis formal y armónico, marcaje de respiraciones, secciones.

  • Día 3–4: Estudio visual y repetición con técnica del 3. Colores, frases, ubicación visual en la partitura.

  • Día 5–6: Estudio auditivo con escucha intensa de versiones y práctica desde el final hacia el principio.
  • Día 7–∞: Trabajo integrado: Solfear, Digitar, Tocar. Repeticiones conscientes, versiones variadas y grabaciones propias.



📚 Bibliografía y estudios recomendados

  • Ericsson, K. A., Krampe, R. T., & Tesch-Römer, C. (1993). The role of deliberate practice in the acquisition of expert performance. Psychological Review.

  • Lehmann, A. C., & Ericsson, K. A. (1997). Research on expert performance and deliberate practice in music. In The Psychology of Music.

  • Sloboda, J. A. (1985). The Musical Mind: The Cognitive Psychology of Music. Oxford University Press.

  • Ginsborg, J. (2004). Strategies for memorizing music. In Musical Performance.

  • Hallam, S. (2006). Music Psychology in Education. Institute of Education.

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